A la altura que vuelan esos ángeles de mi nacimiento
mis temblorosos dedos ya no alcanzan
ni a rozar el paraíso debajo de tus faldas.
Ya no alcanzan.
Hay situaciones y maneras
y contratos por el sexo que se arreglan
pero no le reconozco al cancerbero mis caídas
ni aunque duela.
Ni tampoco a ese mechón de tus cabellos
que te escuda en la mirada falsa de lascivia.
Me sirves té caliente,
el cual yo apenas pruebo pues no lo soporto
y me dices que hace mucho tiempo que no quiero
pero en verdad ya ni me acuerdo de ese encuentro
y no me opongo a ese divorcio
que partió desde el blanco matrimonio.
Me das unas galletas
que yo apenas mordisqueo
evitando en lo posible que caigan sus fracciones
ensuciando mi bragueta y su guarismo entero.
Dicen que estoy enfermo y en mi sano juicio
o como le gusta al juez ;
en pleno uso de mis facultades
a pesar de que goteo y no me atrevo.
Estás sin falda y estás de pie.
Y con horribles pantalones me has venido a ver
situación que comprueba tu desaire
a pesar que me suplicas desintegrar esos botones.
Los paraísos se parecen a las lunas
Pero son tus piernas blancas
imperceptiblemente aciagas
que me rozan móviles al nivel de mi garganta.
Vespertinas y desnudas son las que me palpan
a fin de que llueva para siempre muy por dentro
cómplices al fin de cuentas
y perversas a la manera de toda tu cizaña
Tan alto se abren esas piernas
que cual alas se confunden con las nubes.
Se desarman se deshacen.
Y me dicen que las ame para siempre desde dentro
y a las que alcance mi perfume
pues serían desde hace mucho tiempo, mi sustento.
¿Te puedes acordar del compromiso? Dices.
Por favor no seas majadera en mi desliz
que ya no puedo tocar ni con un pétalo feliz
mis cicatrices.
Ni mucho menos repetir mis antiguas atenciones.
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